Todos los caminos llevan al Teatro Leve. Por supuesto están las coincidencias y los encuentros. El primero, con Humberto Pérez, sucedió una tarde limpia de verano en tierra fría cuando me mostró en su estudio del Oriente Antioqueño los cuadros que pintaba sobre madera y con técnica del Renacimiento. Parecían ejecutados en el instante justo de la acción. Los personajes sólo esperaban que una voz ¿la de Humberto? diera la entrada. Los de Humberto son personajes de un teatro que apenas se siente, de un Teatro Leve donde las historias abundan y quienes participan las narran en permanencia, quizá con diferencias de una versión a otra, sin embargo, eso es lo natural. Así es el teatro, así es el arte. Allí surgió el Teatro Leve como un arte de encuentros entre imágenes que ya existen e historias que se construyen entre los colores, las texturas, las formas, los cielos, las nubes, los personajes.
El segundo encuentro sucedió por otra coincidencia, Serge, diseñador y editor, se cruzó en el camino con Sergio, ilustrador y artista. La obra de Sergio recordó a Serge el Teatro Leve que compartimos con Humberto en Medellín. Me habló desde Barcelona del encuentro, me mandó algunos cuadros de Sergio y me sugirió una segunda temporada de Teatro Leve. Tenía razón. Las obras de Sergio Mora están habitadas por historias cambiantes según quien se encuentre en frente. Sus personajes son distintos, aunque parecen iguales como en el teatro real, cada vez que el espectador se enfrenta a ellos. Sus historias hacen énfasis en detalles que aparecen nuevos cada vez. Era un reto. Acepté el reto y Serge me puso en contacto con Sergio. Intercambiamos correos. Recibí algunas obras más, pedí explicaciones sobre detalles o expresiones que parecían retratos. Pedí también algún tiempo que se convirtió en meses mientras recorría las páginas y los blogs de Lusesita y Sergio en internet.
La sorpresa sucedió cuando los personajes dejaron el trazo, la forma, el color, las palabras, se convirtieron en historias y actuaron frente a su público. Y como sucede con frecuencia, los personajes fueron dueños de su devenir y me convertí en artífice de sus narraciones. Ahora me encuentro con Serge Herbiet y Sergio Mora en la tramoya de una escena que se inventa cada vez que alguna de sus ilustraciones aparece y sugiere otra historia. Es una ventaja encontrarme en la tramoya de sus obras y tener la posibilidad de pasar entre los recovecos de utilería, de luces, de gentes y de historias que abundan en ellas. Es el recorrido que sugiere este libro, resultado del encuentro entre Serge, Sergio y la invitación que me hicieron para subir a esta escena y quedarme en ella.